Los orígenes de la ciudad de Sevilla, investigados por analistas e historiadores durante varios siglos, han suscitado no pocas polémicas acerca de su fundación. Las versiones y opiniones al respecto son de lo más variadas: desde que fue el centro impulsor de la cultura del «vaso campaneiforme», pasando por ser identificada como la famosa Tharsis, hasta llegar a Hércules, quien, según la tradición, marcó con seis pilares de piedra el lugar donde Julio César fundaría la ciudad. Este ilustre general romano le dio el nombre de Iulia Romula Híspalis: Iulia por su propio nombre, Romula por el de Roma, e Hispalis por estar edificada sobre postes cavados en el suelo.
Esta última leyenda, muy arraigada en la conciencia popular, hizo que en el siglo XVI los sevillanos levantaran dos estatuas en honor a Hércules y César que hoy pueden contemplarse en la Alameda de Hércules.
Con bases más firmes y certeras, se sabe que la ciudad tuvo sus comienzos cuando los turdetanos, pueblo íbero heredero de Tartesos, crean en el siglo VIII a.C. un pequeño poblado a orillas del Guadalquivir al que llaman Ispal. Los habitantes de este territorio desarrollaron un activo comercio que atrajo a viajeros de muy distinta procedencia, en su mayoría, griegos, fenicios y cartagineses.
Semana Santa
lunes, 28 de diciembre de 2009
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